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#222 Los caminos de Dios


Los planes de Dios... Los tiempos de Dios... Los caminos de Dios...
Este pesebre me lo regaló en junio de 2017 mi compañera de trabajo Nerea González Pascual y las vueltas que dio hasta llegar a mis manos son un mensaje en sí mismo...
Nerea hace tiempo que tenía la idea de regalarme un pesebre. Para la Navidad de 2016 le encargó a Mercedes, su mamá, que le comprara uno en su tierra, Salamanca (Castilla y León, España). El plan era enviarlo con el primer conocido que viajara a Argentina.
La hermana de Alberto, otro compañero de trabajo, iba a viajar a Buenos Aires en marzo, así que, pocos días antes de carnaval, la madre de Nerea envió el pesebre por correo a la casa de la familia de Alberto en Madrid.
Pero el paquete nunca llegó a destino. La encomienda pasó literalmente perdida toda la Cuaresma. Hasta que, para Pascua, la madre de Nerea recibió un mensaje de la oficina de correos avisando que el paquete había regresado de Madrid a Salamanca...
Nuevo intento: en mayo otro compañero de trabajo, Aitor, viajaría a Cataluña y luego regresaría a Buenos Aires, así que Mercedes envió esta vez el pesebre por correo a la casa de la madre de Aitor en Seva, provincia de Barcelona.
Finalmente el 5 de junio, un día después de la fiesta de Pentecostés, me encontré con este hermoso pesebre sobre mi escritorio de la oficina, con dos cartelitos: "lost & found, pesebre charro", "con 'reyes' porque viene de Castilla"...
Les confieso que, cuando el pesebre se perdió para el tiempo de Cuaresma y me lo contaron, un poco me desilusioné, pero enseguida le encomendé el asunto al arcángel Gabriel, patrono de los correos, y me consolé con la idea de que, si alguien se quedaba con el pesebre, sería un bien para su vida. Pero en el fondo, confié en que aparecería y me dije: "Si finalmente llega a mi, voy a escribir sobre Dios y sus tiempos y caminos, que no siempre coinciden con los nuestros".
Y es así. El pesebre llegó a destino cuando Dios quiso, ni antes ni después.
Tal como dice san Pablo en la carta a los Gálatas, Dios envió a su Hijo "cuando llegó la plenitud del tiempo", cuando se cumplió el tiempo establecido por Él. Ni antes ni después.
Esto, por supuesto, escapa a nuestro entendimiento. Queda en el misterio insondable de Dios, en su infinita sabiduría.
Los tiempos de Dios, por tanto, nos invitan, desde lo que no comprendemos ni llegamos a ver, a la humildad y a la paciencia."Pues la visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá" (Habacuc 2, 3).
También los caminos de Dios, el modo en que dispone las cosas, pueden desconcertarnos, pueden resultarnos incomprensibles. A veces sus senderos no son tan "lineales" ni tan "llanos" ni tan "anchos" como pretendemos o como nuestro limitado criterio nos dice que deberían ser. Pero Dios sabe por qué obra como obra... y todo lo hace bien.
"¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta" (Salmo 91, 6-7).
Este pesebre dio tantas vueltas, recorrió tantos kilómetros... nuestro criterio humano podría decir que eso fue innecesario, que podría haber llegado de un modo más directo y en menos tiempo a destino... que algo salió mal en el plan original...
Pero, como dice el Señor: "Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos" (Isaías 55, 8-9).
Dios lo quiso así e intuyo que no fue un error, sino algo bien planificado para que el "misterio" de su Hijo recorriera tantos sitios y para que muchas personas, a sabiendas o no, portaran este tesoro y lo llevasen hasta este confín del mundo.
"¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!" (Romanos 11, 33).
Creo que es una pequeña parábola de lo que es nuestra vida en las manos de Dios, de los caminos misteriosos que nos hace recorrer y de tantas y tantas personas que, convertidas en sus instrumentos, lo sepan o no, pone en nuestro caminar...
El hombre propone, pero Dios dispone. "El hombre planea su camino, el Señor le dirige los pasos" (Proverbios 16, 9). Y lo mejor de todo, lo único que nos permite caminar cuando no vemos lo que hay detrás de la curva del sendero, aquello que alimenta nuestra confianza, es saber que "Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman" (Romanos 8, 28).



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