Es una única pieza, de resina, y dentro tiene luces de colores que funcionan a pila. Es un pino nevado, con una estrella dorada en la punta. Pero lo mejor es que el árbol no se roba el protagonismo, sino que en primer plano está el pesebre.
La tradición de colocar un pino dentro de la casa y decorarlo con luces para la Navidad tiene ya unos siglos y es originaria de Alemania.
Lamentablemente en muchos lugares el árbol queda como único signo de la Navidad y la representación del nacimiento de Jesús, lo verdaderamente central, queda marginada o ausente.
No se trata de eliminar al árbol sino de poner las cosas en su justo lugar: que el pesebre recupere su sitio destacado y que el árbol de Navidad adquiera un sentido más profundo y no meramente decorativo.
Buscando por allí, encontré un escrito, de autor desconocido, una verdadera oración que comparto más abajo y que, me parece, es válida no solo para los días de Adviento en los que se arma el árbol sino para cualquier momento del año, porque de lo que se trata, finalmente, como el pino decorado en los días de Navidad, es ser signo, testimonio, del amor de Dios encarnado. ¡Nosotros también podemos ser pino!
"Esta Navidad quiero ser tu pino, Señor. Un pino sencillo, de los que nacen en las sierras, pero con unas ramas verdes y frescas, alimentado por la savia de tu Vida divina.
Como un reflejo tuyo, mi forma será triangular, signo de la Santísima Trinidad, y si una rama sobresale demasiado, hazme sensible para cortarla antes de que me deforme demasiado.
Empezaré a limpiar mi tronco y mis ramas de todo musgo que tenga.
Y así, poco a poco, quitaré todo lo que me estorba: mi egoismo, mis envidias, mis incomprensiones, mi orgullo, mi soberbia, que como 'plagas' crecen sin que yo me de cuenta.
Como un recuerdo de todas las estrellas que brillaron esa noche bendita en que Tú naciste, me llenaré de foquitos de colores para reflejar a los demás la alegría de tu venida al mundo.
Escogeré unas esferas doradas, las más brillantes, para que representen todas mis alabanzas por el sol que sale cada día, por las estrellas, por los atardeceres tan hermosos y por todas las maravillas del mundo que Tú creaste para nosotros, por ser nuestro Ser Supremo.
Continuaré con muchas esferas rojas, que representan mis peticiones. Te pido que hagas de mi un instrumento de tu Amor. Te pido por mi familia, mis amigos, mi comunidad, mi parroquia. Por mi patria, para que sea un país donde Tú siempre reines. Que jamás el desaliento entre en mi corazón. Te pido tu Santo Espíritu y, con Él, la verdadera sabiduría que viene de ti.
Dame, Señor, lo que Tú sabes que me conviene y yo no sé pedir. Dame mucha paciencia y humildad. Dame prudencia para nunca herir a nadie y dame caridad para tener un corazón grande que sepa amar.
Pondré también unas esferas azules, para pedirte con ellas perdón porque yo no siempre he sido fiel, porque no he sabido dar ni perdonar, porque viendo la luz he preferido la oscuridad, porque conociendo el bien he optado por el mal.
Por último, me llenaré de esferas plateadas, muy grandes, que serán para darte gracias por todo lo que he recibido de ti. Gracias porque me has otorgado salud, bienestar, alegría y satisfacciones.
Gracias también por la enfermedad, las penas y los sufrimientos, aunque me cuesta trabajo decírtelo y aceptar tu voluntad. Tú sabes lo que hiciste.
Gracias, Señor, por todo aquello que me acercó íntimamente a ti. Es tanto lo que tengo que agradecerte...
Y en la punta, con una luz muy intensa, pondré una estrella enorme, que me ilumine siempre, ésa será mi fe. Una fe madura e inquebrantable, siempre en aumento, que se alimentará de tu Sagrada Eucaristía y de tu Palabra.
Por eso, esa luz brillará para todo aquel que se acerque a mi, porque Tú brillas en mi.
Yo quiero ser tu pino, Señor.
Lléname de alegría para participar a todos mis hermanos el gozo de poseerte, Señor".
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