Ir al contenido principal

#190 Hemos visto su estrella y venimos a adorarle




Este pesebre me lo regaló mi mamá en diciembre de 2015. Es muy sencillo, pequeño, hecho de cartón y con un imán. La imagen es también muy simple: José, María y el Niño en el pesebre. Y una gran estrella, la que condujo a los magos de Oriente hasta la gruta de Belén.
La luz de aquella estrella tenía un propósito: señalar el sitio exacto en donde encontrar a Jesús, guiar hasta ese punto a los adoradores. "Hemos visto su estrella y venimos a adorarle" (Mateo 2, 2).
La luz de la estrella de Belén me recuerda la luz que hoy también guía a los adoradores hasta el sitio donde está Jesús: es la luz de la lámpara que siempre se encuentra junto al sagrario.
Jesús está igual de presente hoy en el sagrario que hace veintiún siglos en el pesebre de Belén. Es el mismo: su mismo Cuerpo, su misma Sangre, su misma Alma y su Divinidad. Y con un abajamiento muy similar, entonces como un débil niño, hoy como una simple hostia.
Llama la atención del relato de los magos que, siguiendo la estrella y llegados al destino, la pobreza de aquella escena no les hizo dudar de que aquel niño era el Rey que buscaban con el solo fin de adorarle.
Simplemente se dejaron guiar por esa luz, avanzaron, hallaron a Quien buscaban y lo adoraron.
Hoy también una luz brilla junto a cada sagrario para señalar que allí está presente Jesús e invitar a adorarle.
Es una luz que nunca deja de brillar... que nunca deja de dar testimonio... que nunca deja de invitar a la oración. Y así se vuelve también imagen del verdadero orante, del adorador que, tan solo con su presencia junto al sagrario, es lampara viviente que señala que allí está su Señor e invita a otros a adorar a Dios...
San Luis Orione (1872-1940) contemplaba la lámpara junto al sagrario como una privilegiada que consumía su vida junto a Jesús.
Traduzco y comparto aquí unas líneas que brotaron en el corazón de Don Orione como fruto de una experiencia que tuvo siendo un joven seminarista, cuando lo emplearon como cuidador en la catedral de Tortona (Italia). Su humilde habitación, en lo alto del templo, tenía una pequeña ventana desde la que divisaba la luz de la lámpara junto al sagrario. De noche, en soledad, oraba con aquella tenue y apacible luz... Y entonces esa lámpara deseaba ser:

"Oh, tú, afortunada, humilde lámpara que siempre velas, consumiéndote delante de mi Jesús.
Habitante de este sitio, pleno de amor, que rodea el Corazón de mi Dios, dime, ¿conoces tú sus latidos ardientes, su inefable dulzura?
Ven, bendita luz, penetra en mi corazón, hasta lo profundo, hasta sus secretas hendiduras... Háblame del Buen Jesús, de su amor.
Tu calor suave y delicado reavivará dulcemente mi espíritu y hará brotar las semillas de las virtudes y el sacrificio.
¡Oh, dulce Jesús, si en mi corazón una llama perenne de amor emulase la vigilante lampara en su arder para Vos, intensamente, hoy, mañana... siempre!
Te veo desde aquí, lámpara querida, resplandecer como una estrella.
¡Cuántas cosas nos da tu antorcha bella que al alma sedienta siempre enseña!
Consumes tu vida junto al altar: tu luz es del amor dulce testimonio.
¡Oh, quién puede imaginar vida más hermosa, quién puede desear vida más querida...!
Delante de Él, que "hiere y consuela", cédeme tu lugar solo por un día o, mejor aún, por una sola noche.
Déjame probar qué delicia es consumir por Él mi vida en el dulce permanecer con Jesús".

Comentarios

Entradas populares de este blog

#254 Un ajuar para el Niño

Este Niño precioso me lo regaló mi amiga Annie Calzia en julio de 2018. Lo trajo de Santiago de Chile y por eso acudí a Teresa de los Andes (1900-1920), carmelita chilena canonizada en 1993, para escribir estas líneas. En una de sus cartas a su prima Herminia Valdés Ossa, Teresa le da algunos consejos para vivir el tiempo de Adviento, que está a punto de empezar. "Prepárate para Navidad. Piensa todos los días en Jesús que, siendo Dios eterno, nace como un tierno Niño; siendo Todopode­roso, nace pobre, sin tener con qué resguardarse del frío. Necesita de su Madre para vivir, siendo Él la Vida", le escribe a su prima, a quien llamaba cariñosamente "Gordita". Y a continuación le hace una "lista" para que le prepare un "ajuar" al Niño Jesús: "Camisitas para abrigarlo: cinco actos de amor diarios y deseos de recibirlo en la Comunión. 'Jesús mío, ven a mi pobre corazón, que sólo desea latir por Ti'. Mantillas para envolverle sus pi

#275 El pozo de Belén

Este pesebre me lo regaló en mayo de 2019 mi amiga Daniela Temelini. El nacimiento fue hecho por la hermana de Daniela, carmelita descalza del Monasterio Santa Teresa de Jesús, de Buenos Aires. Cuando lo vi, lo que más me llamó la atención fue un aljibe al costado del pesebre. ¿Qué hace un pozo de agua allí? Lo curioso es que en Belén no hay uno sino tres pozos de agua históricos, cisternas cavadas en la roca, a poca distancia de la iglesia de la Natividad. Son los pozos del rey David, asociados al episodio de los tres valientes soldados que irrumpen en el campamento de los filisteos para buscar agua, narrado en el segundo libro de Samuel y el primero de Crónicas: "Estos tres, los más valientes de los treinta, bajaron juntos donde David, a la caverna de Adulam, en el tiempo de la siega, mientras que una tropa de filisteos acampaba en el valle de Refaím. David estaba en el refugio y había en Belén una guarnición filistea. Se le antojó decir a David: '¡Cómo me gustaría be

Niños invitados #39: Los "Manuelitos" de Mama Antula

En agosto de 2016 tuve la oportunidad de visitar la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, de Buenos Aires, faltando pocos días para la beatificación de la fundadora de este sitio histórico, María Antonia de Paz y Figueroa . Conocida popularmente como Mama Antula, María Antonia nació en la provincia argentina de Santiago del Estero en 1730, cuando aquel territorio dependía del Virreinato del Perú. A los 15 años hizo votos de pobreza y castidad, adoptó el nombre de María Antonia de San José y, junto a otras compañeras, bajo una forma de vida consagrada conocida entonces como "beaterio", se dedicó a asistir a los jesuitas en su labor pastoral y social, en particular en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. La figura de Mama Antula se hizo conocida gracias a su empeño por mantener vivo el carisma ignaciano luego de que en 1767 el rey español Carlos III decretara la expulsión de los jesuitas de sus territorios, lo que la movió a recorrer varias provincias del n