Este pesebre de cerámica, de una sola pieza y de estilo andino, me lo regaló en diciembre de 2013 mi amiga Annie Calzia y fue comprado en la santería Nuestra Señora del Carmelo, de Buenos Aires.
En el fondo hay una casa de dos plantas, con la puerta entreabierta... Sin embargo, Jesús nace afuera, a la intemperie...
Se hace así igual a nosotros en todo. Asume nuestra debilidad, nuestras sensaciones de desprotección, de desamparo...
¿Cuántas veces nos sentimos desnudos, a la intemperie?
Cuando esto te suceda y sientas que nadie te comprende, recuerda que Jesús ya estuvo en ese "descampado" espiritual y lo hizo por amor a vos.
"Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene dónde recostar la cabeza" (Mateo 8,20).
Estar a la intemperie nos obliga a hacer experiencia de un suelo duro, de la desprotección del ambiente, de la soledad... No tenemos donde reclinar la cabeza. Pero es allí donde esta experiencia nos hace recostarnos solo en Dios, a abandonarnos en Él.
En esa intemperie no estamos solos: está Él con nosotros.
Entonces, naturalmente, orarás. Estarás recostado en ese suelo duro, pero a la intemperie podrás ver sin obstáculos el Cielo.
Solo vuelve a mirar al Niño de este pesebre. Está como vos, a la intemperie, orando con sus ojitos al Padre de los Cielos.
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