Dentro de la iglesia de Santo Domingo, en Buenos Aires, se respira profunda paz. La luz tenue y el silencio invitan a la oración.
Resulta paradójico que este templo haya sido triste testigo de la violencia entre los hombres. Aunque no fue el único de su larga historia, uno de los episodios más violentos que padeció este sitio fue el enfrentamiento entre ingleses y porteños, en 1807.
Fue durante la segunda invasión inglesa a Buenos Aires, cuando los británicos se atrincheraron en esta iglesia y los porteños finalmente les derrotaron.
Las marcas de las balas de cañón aún se observan en la fachada del templo...
Dentro de la iglesia, en uno de los altares del lado derecho, hay un hermoso pesebre, de estilo tradicional. Desconozco desde cuándo está allí, pero se ve antiguo. Un nacimiento... entre balas.
Jesús es nuestra paz, afirma San Pablo. ¿Es posible que nazca entre balas?
Hoy, cuando millones de personas en todo el planeta, por incitativa del papa Francisco, han orado por la paz en Siria y en el mundo entero, seguramente también hubo actos de violencia, injusticia, maldad, muerte...
Pero algo cambió hoy.
Cambió en los miles de corazones orantes que hoy se comprometieron a ser signos de paz en la vida de cada día.
Cambió para las víctimas de la violencia que, por la misericordia de Dios y la misteriosa fuerza de la oración, sintieron hoy un abrazo de consuelo, escucharon una palabra de fortaleza...
Cambió si al menos un poderoso en este mundo se sintió hoy tocado ante el clamor silencioso por la paz y, por ello, movido a hacer una apuesta valiente por el diálogo, la concordia, la fraternidad...
Cambió porque la paz que viene del único que ha vencido a la muerte nació hoy en muchos corazones y de muchas maneras... aún entre las balas.
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