Este pesebre lo compré en noviembre de 2017 en una tienda de Buenos Aires. Es una sola pieza de tamaño pequeño, de resina, y el elemento que captó mi atención es la palmera junto a la Sagrada Familia. Dice el salmo 92 que el justo -el hombre santo- "florecerá como la palmera". La palmera crece siempre recta, hacia arriba, y llega a desarrollar gran altura. En su sencillez, luce esbelta, majestuosa. Se erige como un faro para quienes están lejos. Es resistente. Soporta el sol abrasador, la falta de lluvias, los fuertes vientos... puede menearse, pero no se quiebra. Crece en el desierto, allí donde otros árboles no resisten. Echa raíces profundas, buscando el agua que le da vida. Regala su sombra y es fuente de alimento para otros... Da flores muy peculiares, de dulce aroma en algunas variedades, flores que, a su vez, dan paso a las semillas. Suelen ser muy longevas y, muchas veces, dan mejor fruto en la vejez. Incluso hay una variedad de palmera en Madagascar, la
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).