Este pesebre de colgar me lo regalaron mis padres en noviembre de 2019. Es realmente pequeño, mide apenas un par de centímetros, y el Niño Jesús, unos milímetros... pero eso no me extraña. Dios, como parte de su plan de salvación, quiso ser pequeño, tan pequeño como un niño. Y así, desde su pequeñez, el Hijo nos enseña a ser hijos -niños pequeños- con Dios Padre. Santa Teresa de Lisieux es quizás una de las que mejor se apropió de este "plan perfecto" de la pequeñez. Teresa siempre tuvo bastante claro que quería ser santa, y una de las grandes. Pero pronto se descubrió muy pequeña para tan grande aspiración. Impotencia, debilidad, imperfección, inmadurez... todo eso causa contrariedad en el adulto, pero para el niño es parte de su condición natural y Teresa aprendió a reconocerse así, como una niña, pero una niña amada y cuidada por su Padre Dios y "sacó ventaja" de su condición de niña para asegurarse la santidad tan deseada como puro regalo del amor misericord
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).