Este pesebre lo compré en octubre de 2015 en una tienda de productos decorativos de madera para pintar, en Buenos Aires. Es un fanal de madera y la figura del nacimiento está calada por los cuatro lados. Con una vela encendida dentro, la luz se proyecta a través del pesebre. Es una pieza sencillísima, pero el efecto que produce me parece una de las mejores metáforas para resumir el misterio de la Encarnación. Dios es Luz. "Señor Dios mío ¡qué grande eres! Te revistes de belleza y esplendor. Te vistes de luz como de un manto", canta poéticamente el salmo 104. Impacta las muchas veces que en el Antiguo Testamento se habla de la luz divina, del resplandor de Dios que atrae y orienta. Y, al mismo tiempo, impone un reverente temor, el de morir por ver la luz de Dios. Hay escenas de Moisés y Elías cubriéndose el rostro ante la presencia de Dios... Impacta más que Dios, siendo esta Luz de gloria a la que nadie se atrevía a mirar de frente, haya querido venir a nosotros, no par
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).