Esta medalla con la imagen de la Sagrada Familia me la regaló el 8 de diciembre -día de la Inmaculada Concepción- de 2014 mi amiga Ana, quien la compró en la santería Nuestra Señora del Carmelo, de Buenos Aires. Me la regaló junto con una hermosa tarjeta, también con las imágenes de José, María y el Niño. En el reverso, escribió esta dedicatoria: "Para que cuando la uses, todo el mundo pueda ver el pesebre que llevas en el corazón". ¡Qué augurio más hermoso, de los más bellos que me han dicho! A quien esté leyendo estas líneas, también le auguro lo mismo: quiera Dios que algún día, por su gracia, quien nos vea no nos vea a nosotros sino a Quien habita en nosotros. Que seamos pesebre y que de esa riqueza hable nuestro ser... Hubo una tal Ana -sí, como la que me regaló la medalla- que así vivió. Su vida, una larga vida, fue primero un camino de espera, de fidelidad en la fe, de oración continua, porque creía en la promesa de Dios a su pueblo. Así, esta Ana, una viuda, &quo
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).