Este es un pequeño cuadro, pintado sobre madera, que me regaló mamá en noviembre de 2013. Fue comprado en Buenos Aires y realizado por el taller Akathistos, hecho a mano con detalles de dorado a la hoja. Se trata de la escena de la Adoración de los Reyes que forma parte del retablo La Anunciación (1425-1428), del italiano Fra Angélico, que, por cierto, es mi obra pictórica favorita y forma parte de los tesoros del Museo del Prado, de Madrid. Entre la imagen central de la Anunciación y la inferior de la Adoración hay, por supuesto, más de una conexión, pero una muy significativa es la de la realeza de Jesús, una realeza que, como dirá el propio Cristo, no es de este mundo. En la Anunciación, el arcángel Gabriel le había anticipado a María que su hijo ocuparía un trono real dado por el Padre. "Su reino no tendrá fin". María creyó con una fe enorme pues supo acoger esta promesa más allá del sentido que el mundo da a la "realeza". Viendo la pobreza, el desamparo,
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).