Esta imagen del Niño Jesús caminado de la mano de san José la descubrí en agosto de 2016 en uno de los laterales de la capilla San Roque, que está junto a la Basílica de San Francisco, en Buenos Aires.Hay un cierto momento en que los niños ya no quieren caminar dándole la mano a un adulto. Se sienten firmes en sus pasos, creen que ya pueden cuidarse solos de los peligros que surgen al andar y, además, comienzan a avergonzarse de que otros piensen que aun no son "independientes". A todos nos pasa esto. Y en el proceso de aprender a caminar por la vida del espíritu también nos puede pasar. Hay un pasaje del libro de Oseas que presenta a Dios como un padre tierno, paciente, amoroso, que enseña a caminar a su pueblo como a un niño. "¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos!" (Oseas 11,3). Sin embargo, el pueblo de Dios no reconoció esos cuidados, creyó que podía andar solo y, como hacen los niños cuando quieren dejar de ser niños, se soltó de
«Vayamos hasta Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc 2, 15).