Una mañana de juno de 2024 salía de una iglesia en Buenos Aires y me encontré con este pesebre en una mesita del fondo, abandonado. Una figura preciosa, aunque le faltaba la base y no podía sostenerse. Se ve que se cayó y se dañó y quien lo tenía, quizás por no tirar a la basura un objeto religioso, optó por dejarlo en una iglesia. "Pero yo no te abandonaré"; pensé. Pregunté a alguien de la iglesia si me lo podía llevar y me dijo que sí. Mi papá me ayudó a restaurarlo y yo lo considero un regalo. Este pesebre me recuerda la existencial y profunda experiencia del abandono por la que todos, de un modo u otro, tarde o temprano, pasamos.Como las cachaduras que todavía conserva este pesebre, nosotros también cargamos con heridas de abandono. Ellas, sin embargo, no quitan ni merman nuestra belleza. Por eso, este pesebre no solo me recuerda el trance doloroso y oscuro del abandono sino también la experiencia luminosa del rescate: alguien ve y ama nuestra belleza. Y ese alguien...
Este Niño me lo dio en julio de 2024 mi amigo Roberto Morresi. Como ha sido un regalo por el Día del Amigo que celebramos en Argentina cada 20 de julio, me pareció buena idea tomarme de la mano de este Niño para escribir unas líneas sobre la amistad, la auténtica amistad... Si Cristo es fuente y centro de todo amor verdadero, también lo es de toda verdadera amistad, que es una de las expresiones del amor. Es Dios quien inspira el amor con el que amamos a los amigos hasta llegar a formar con ellos un solo corazón y una sola alma. En Él nace la verdadera amistad, crece y se perfecciona un vínculo que, si así se desarrolla, nos lleva también a la amistad con Dios. La amistad así entendida son dos con Cristo en medio de ellos. San Elredo de Rieval (1110-1167) define a la amistad espiritual como una "virtud que une las almas con el dulce lazo del amor haciendo de muchas una sola". En su célebre tratado 'De spiritali amicitia' (sobre la amistad espiritual), este monje ciste...