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Mostrando entradas de julio, 2017

#221 Xixá

Este pesebre lo compré en mayo de 2017 en Porto de Galinhas (Pernambuco, en el norte de Brasil), en la tienda Luz e Arte. Las figuras son muy alegres y coloridas y están a la sombra de una cáscara de xixá, fruto de un árbol del mismo nombre que crece particularmente en el Cerrado, una amplia ecorregión de sabana tropical de Brasil. Este fruto también recibe otros nombres, como araxixão, chichá, mandoví, amémdoa do cerrado, castanha de macaco, amendoim de bugre, pau vidro y pau de bóia. El vocablo "xixá" viene de la lengua aborigen tupí y significa "fruto semejante a una mano o puño cerrado", una buena descripción de la forma de este fruto, que esta formado por unas cuatro o cinco cápsulas que en su interior guardan de cinco a ocho semillas ovaladas, semejantes a almendras en su forma y cuyo sabor es una mezcla entre maní y coco. Este fruto, exteriormente, va cambiando de color. De verde pasa a amarillo. Y cuando madura es de un rojo intenso, muy llamativo. Entonc

#220 Coronada de estrellas

Este pesebre me lo regaló mi papá en mayo de 2017. Fue comprado en la librería Nuestra Señora del Carmelo, en Buenos Aires, pero es original de Filipinas. Está hecho con materiales diversos, como madera, tela, fibra vegetal y metal, y las imágenes son de estilo clásico. De este conjunto -delicado, sencillo, armonioso-, me cautiva la figura de la Virgen. Aparece realzada por una aureola de piedras resplandecientes, una corona de estrellas... mientras Ella, humildísima, se postra, se abaja, se inclina sobre su Jesús, el Hijo de Dios. La coronada de estrellas es la Virgen del pesebre. Es María, quien en tantísimas de sus advocaciones es representada rodeada por estrellas. Es una imagen que recuerda a la "mujer vestida de sol" de Apocalipsis, un pasaje que se lee en la liturgia de la Palabra correspondiente a la solemnidad de la Asunción de la Virgen María: "Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de su alianza. Después apareció una f

#219 Piedrita

Este pesebre me lo regaló en abril de 2017 mi compañero de trabajo Alberto Ortiz, que lo trajo de Cuzco, Perú. Está tallado en una piedra de Huamanga muy pequeñita, lo cual habla de la destreza del artesano y... de cómo algo tan diminuto puede encerrar un mensaje tan grande. A mi me hace acordar a ese gesto de arrojar piedritas que equivale a declaración de amor. Quizás esté en desuso, pero siglos atrás cuando un hombre quería hacer saber a una dama de su pretensión amorosa le tiraba una piedrecita a los pies o a la falda. Era una forma sutil de llamar su atención. O le arrojaba piedritas a la ventana o a la puerta de su casa, para que saliera o le dejara entrar... Y Dios nos arroja también piedritas para ver si nos damos vuelta, le vemos a los ojos y nos avivamos de cuán enamorado está. Nos arroja piedritas a la ventana en nuestras noches para ver si nos despertamos, nos levantamos y nos asomamos a su misterio de Amor. Nos tira piedritas a la puerta de nuestras vidas, a ver si le abri