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Pesebre invitado #77: Un pesebre oratoriano



Niños, adolescentes, jóvenes "de corazón", corren al encuentro del Dios-con-nosotros que los espera en un sitio sencillo, humilde, pero donde la alegría es el aire que se respira. María y José están también allí, participando de la fiesta del abrazo del Dios hecho hombre con los pequeños del Reino...
¿Piensan que hablo del pesebre? ¡No! Hablo del oratorio salesiano, que de pesebre tiene bastante: sitio privilegiado para el encuentro con Jesús, para comenzar a tejer una relación personal de amor con Él junto a otros "pequeños" que también están llamados a su amistad.
Viajamos virtualmente hasta el Oratorio Salesiano del Rímac (Lima, Perú), donde en el Adviento 2020 han montado un bellísimo nacimiento con figuras de tamaño natural, proyecto animado por el padre José Luis 'Pepe' Sánchez, salesiano de Don Bosco, con la participación de los chicos y animadores del oratorio, colaboradores y hermanos salesianos de la comunidad.
La escena se hunde en la serena noche de Belén y la experiencia invita a adentrarnos en la gruta y convertirnos en un protagonista más del misterio de la Navidad.
"Así ha sido pensado. Incluso no hay ningún cerco. La gente puede entrar, literalmente, y, si desea, puede abrazar a María, a José, y tomarse una foto", explica el padre Pepe.
En el pesebre hay varios elementos de la vida ordinaria que recuerdan que Dios "se hizo historia con nosotros", viviendo nuestra misma vida.
Entre otras cosas, hay panes que nos recuerdan que el Pan de Vida nació en Belén, palabra que, precisamente, significa "casa del pan". Como explica el padre Pepe, estos panes nos recuerdan además que Cristo no trae un mensaje solamente espiritual sino que se preocupa por todas las dimensiones de la vida y también nos recuerdan la importancia de compartir, de partir con los otros el pan de cada uno.
También hay frutas, que nos invitan a pensar en que Cristo ha nacido para que nosotros demos fruto, demos vida, y una "campana de la esperanza" que espera ser tocada por los peregrinos para recordar que Cristo ha nacido "para devolvernos la esperanza, para despertarnos del sueño, para resucitarnos a la vida".
Otro elemento original en este pesebre es la estrella de plata que en la Basílica de la Natividad en Belén, en Palestina, señala el punto exacto donde la Virgen María dio a luz al Hijo de Dios.
"Esa estrella traslada al acontecimiento histórico: realmente Cristo ha nacido. Pero además en esa estrella está grabado el año 2020 porque este pesebre tiene un mensaje de esperanza. Este año ha sido terrible, pero Cristo nace este año. Aún en medio de la oscuridad, de los miedos, del dolor, Cristo realmente nace", explica el padre Pepe.
La salesianidad en este pesebre está implícita. Es verdadera catequesis para los chicos del "hacer experiencia de Dios".
Don Bosco fundó el oratorio de Valdocco, en Turín (Italia), en abril de 1846, en lo que era un cobertizo bastante precario de piso de tierra, un verdadero "pesebre" que el santo supo acondicionar, a fuerza de trabajo y amor por sus chicos, tal como María y José tuvieron que hacerlo en la gruta de Belén para recibir a Jesús.
La primera Navidad en Valdocco, ese mismo año, tuvo el sabor de un verdadero hito fundacional, el inicio de un camino en el que los sueños de Juan Bosco se fueron convirtiendo en realidad.
Las "Memorias biográficas de San Juan Bosco" consignan que aquellas "primeras fiestas de Navidad revistieron un carácter inolvidable porque señalaban como definitiva la toma de posesión" de la casa Pinardi, donde se estableció el oratorio San Francisco de Sales de Valdocco, y "confirmaron las promesas de los futuros grandes edificios que narrarían la bondad del Señor a las futuras generaciones".
¿Cómo fue aquella primera Navidad en el oratorio de Valdocco? Don Bosco logró del Papa Pío IX la autorización para celebrar la misa de Nochebuena y dar la comunión en la capilla del oratorio. La misa fue cantada. Los chicos aprendieron villancicos compuestos por el mismo Don Bosco. Se adornó la iglesia lo mejor que se pudo. Y hubo una novena de preparación.
Según las "Memorias biográficas", el santo "supo infundir en el ánimo de sus pequeños amigos sentimientos de gran ternura hacia el Divino Infante".
Por entonces, Don Bosco era el único sacerdote en el oratorio, así que, incansablemente, todos los días trabajaba, confesaba, celebraba la misa... ¡se entregaba!
La noche de Navidad, después de haber estado confesando hasta las 11, celebró la misa, dio la comunión a varios centenares de personas y, al terminar, exclamó conmovido hasta las lágrimas: "¡Qué consuelo! ¡Me parece estar en el paraíso!".
Ese clima de fiesta, señala el padre Pepe Sánchez, "es lo salesiano de nuestra Navidad, clima de familia, de alegría, de esperanza, y clima de presencia de Dios", un espíritu que ciertamente sigue vivo en el Oratorio del Rímac y en cada oratorio salesiano.
El corazón del pesebre, de la Navidad, es ese misterio de Dios que ha venido hasta nosotros, haciéndose cercano en nuestra humanidad.
Cuando en tiempos de Don Bosco aquellos chicos y muchachos eran ignorados, excluidos, marginados, el santo fue para ellos signo de la cercanía de Dios, de que para Alguien sí eran importantes, tan importantes que valía la pena vivir entre ellos y dar la vida por ellos.
"De esta manera, aquí, el pesebre del oratorio, al convocar a los chicos, les sigue hablando del Dios que vive con nosotros en nuestra sencillez, en nuestra alegría, en nuestra pequeñez", añade el padre Pepe.



Fotos: Diego H'C


"Entonad con voz de júbilo 
gratos cánticos de amor, 
que ha nacido un tierno Niño, 
vuestro Dios y Salvador. 
Oh, cuán luciente es cada estrella, 
la luna muéstrase fúlgida y bella, 
la noche esparce nuevo esplendor. 
Coros angélicos que el Cielo encierra 
bajan cantando "¡Paz en la tierra!"
Y otros respóndeles:  "¡gloria al Señor!".
Oh, sí, ven, oh, paz amada, 
en mi pecho a reposar. 
Niño amado, entre nosotros 
te queremos conservar".

(Villancico compuesto por Don Bosco)


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