Ir al contenido principal

#224 Samuel en el pesebre


Este pesebre me lo regaló mi amigo y compañero de trabajo Claudio Rodríguez en agosto de 2017.
Lo vio en una feria a beneficio de Cáritas en la parroquia El Buen Pastor, de Buenos Aires, y me lo trajo.
Es realmente muy hermoso el diseño estilizado de las piezas, hechas en metal. Destaca la figura de la estrella, por la forma, pero a mi, de entrada, la que más me llamó la atención es la de ese niño que sostiene una vela en su mano derecha.
No puedo dar razón de esto, pero lo primero que se me vino a la cabeza al observarlo es Samuel, el profeta.
Luego observé con lupa la figura: no es un ángel, no es un pastor. Es un niño. Y otra vez esta idea: es Samuel.
Pensé que el profeta Samuel, que vivió como once siglos antes que Jesús, bien hubiera querido estar en el pesebre. Y recordé esas palabras que diría el propio Jesús: "Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron" (Mateo 13,17).
Intuyo que Samuel hubiera ido al pesebre sin demoras, tal como lo hicieron los pastores apenas fueron llamados a acudir por la invitación del ángel. Lo intuyo así por la historia del propio Samuel, que siendo apenas un niño -y me lo imagino como el niño de este pesebre- fue llamado por Dios y él, sin conocer de Quién se trataba, se levantaba presuroso e iba a presentarse ante el sacerdote Elí.
"El joven Samuel servía al Señor en la presencia de Elí. La palabra del Señor era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente.
Un día, Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y no podía ver.
La lámpara de Dios aún no se había apagado y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió: "Aquí estoy".
Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te llamé; vuelve a acostarte". Y él se fue a acostar.
El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Elí le respondió: "Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte".
Samuel aún no conocía al Señor y la palabra del Señor todavía no le había sido revelaa.
El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven y dijo a Samuel: "Ve a acostarte y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha". Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
Entonces vino el Señor, se detuvo y llamó como las otras veces: "¡Samuel, Samuel!". Él respondió: "Habla, porque tu servidor escucha" (1 Samuel 3, 1-10).

Es de noche, la noche que precede a un día que parece ser como cualquier otro. Cuando los ojos de muchos parecen debilitarse y no ven, hay un pequeño, Samuel que está en vela, con la lámpara encendida, haciendo su tarea cotidiana en el templo.
Nadie, o muy pocos, esperaban escuchar a Dios porque su palabra era "rara" en aquellos días... De hecho, Samuel no conocía aún la voz de Dios... y, sin embargo, algo le impulsa a responder, corriendo, a esa voz que le llama a su Presencia...
"En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre".
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!"
Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado".
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido" (Lucas 2, 8-20).

Es de noche, la noche que precede a un día que parece ser como cualquier otro. Cuando los ojos de muchos parecen dormir y no ven el "Sol que nace desde lo alto" que está a punto de iluminar al mundo, hay un grupo de "pequeños", los pastores, que está en vela, haciendo su tarea cotidiana de cuidar los rebaños.
Nadie o muy pocos -ese pequeño resto fiel- esperaban escuchar la Palabra definitiva de Dios. Pero estos pastores son elegidos como los primeros en recibir el gran anuncio del nacimiento del Mesías. Y, sin dudar, van rápidamente a su encuentro.
Imagino a Samuel como un pastor más de los alrededores de Belén que, velando, llamado a la Presencia del Dios hecho Hombre, corre a verle. "Aquí estoy, porque me has llamado", le va diciendo cada uno de los pastores al llegar a los pies del Niño Jesús. Como Samuel, aquellos pastores tampoco conocían hasta entonces al Dios-con-nosotros. Escucharon, en aquella noche santa, por primera vez, la voz de Dios... hecha llanto de recién nacido, hecha gorjeo... Lenguaje de Dios que solo otro niño o quien se hace como un niño puede descifrar.
Velar, escuchar, correr, ponerse a tiro de lo que Dios tiene para decirnos.... es lo que Samuel y los pastores nos enseñan...
Algo más de Samuel: ¡Sí estuvo en Belén! Dios lo llamó para que fuera allí. Samuel fue enviado a esas tierras para ungir rey al joven David... de cuyo linaje emergería Jesús, el verdadero Rey, el verdadero Ungido.
David parecía demasiado pequeño para dar la talla de un rey.
Entonces, Dios dijo a Samuel: "No te fijes en el aspecto ni en la estatura.... Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón" (1 Samuel 16,7).
Dios pronunció esas palabras en Belén... y es como si hubieran permanecido allí, hasta resonar aquella noche en el corazón de los pastores, que, sin reparar en la apariencia de aquel recién nacido acostado entre pajas, fueron capaces de reconocer al Mesías, al Salvador.



Comentarios

Entradas populares de este blog

#254 Un ajuar para el Niño

Este Niño precioso me lo regaló mi amiga Annie Calzia en julio de 2018. Lo trajo de Santiago de Chile y por eso acudí a Teresa de los Andes (1900-1920), carmelita chilena canonizada en 1993, para escribir estas líneas. En una de sus cartas a su prima Herminia Valdés Ossa, Teresa le da algunos consejos para vivir el tiempo de Adviento, que está a punto de empezar. "Prepárate para Navidad. Piensa todos los días en Jesús que, siendo Dios eterno, nace como un tierno Niño; siendo Todopode­roso, nace pobre, sin tener con qué resguardarse del frío. Necesita de su Madre para vivir, siendo Él la Vida", le escribe a su prima, a quien llamaba cariñosamente "Gordita". Y a continuación le hace una "lista" para que le prepare un "ajuar" al Niño Jesús: "Camisitas para abrigarlo: cinco actos de amor diarios y deseos de recibirlo en la Comunión. 'Jesús mío, ven a mi pobre corazón, que sólo desea latir por Ti'. Mantillas para envolverle sus pi

#275 El pozo de Belén

Este pesebre me lo regaló en mayo de 2019 mi amiga Daniela Temelini. El nacimiento fue hecho por la hermana de Daniela, carmelita descalza del Monasterio Santa Teresa de Jesús, de Buenos Aires. Cuando lo vi, lo que más me llamó la atención fue un aljibe al costado del pesebre. ¿Qué hace un pozo de agua allí? Lo curioso es que en Belén no hay uno sino tres pozos de agua históricos, cisternas cavadas en la roca, a poca distancia de la iglesia de la Natividad. Son los pozos del rey David, asociados al episodio de los tres valientes soldados que irrumpen en el campamento de los filisteos para buscar agua, narrado en el segundo libro de Samuel y el primero de Crónicas: "Estos tres, los más valientes de los treinta, bajaron juntos donde David, a la caverna de Adulam, en el tiempo de la siega, mientras que una tropa de filisteos acampaba en el valle de Refaím. David estaba en el refugio y había en Belén una guarnición filistea. Se le antojó decir a David: '¡Cómo me gustaría be

Niños invitados #39: Los "Manuelitos" de Mama Antula

En agosto de 2016 tuve la oportunidad de visitar la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, de Buenos Aires, faltando pocos días para la beatificación de la fundadora de este sitio histórico, María Antonia de Paz y Figueroa . Conocida popularmente como Mama Antula, María Antonia nació en la provincia argentina de Santiago del Estero en 1730, cuando aquel territorio dependía del Virreinato del Perú. A los 15 años hizo votos de pobreza y castidad, adoptó el nombre de María Antonia de San José y, junto a otras compañeras, bajo una forma de vida consagrada conocida entonces como "beaterio", se dedicó a asistir a los jesuitas en su labor pastoral y social, en particular en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. La figura de Mama Antula se hizo conocida gracias a su empeño por mantener vivo el carisma ignaciano luego de que en 1767 el rey español Carlos III decretara la expulsión de los jesuitas de sus territorios, lo que la movió a recorrer varias provincias del n