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#219 Piedrita

Este pesebre me lo regaló en abril de 2017 mi compañero de trabajo Alberto Ortiz, que lo trajo de Cuzco, Perú. Está tallado en una piedra de Huamanga muy pequeñita, lo cual habla de la destreza del artesano y... de cómo algo tan diminuto puede encerrar un mensaje tan grande.
A mi me hace acordar a ese gesto de arrojar piedritas que equivale a declaración de amor. Quizás esté en desuso, pero siglos atrás cuando un hombre quería hacer saber a una dama de su pretensión amorosa le tiraba una piedrecita a los pies o a la falda. Era una forma sutil de llamar su atención. O le arrojaba piedritas a la ventana o a la puerta de su casa, para que saliera o le dejara entrar...
Y Dios nos arroja también piedritas para ver si nos damos vuelta, le vemos a los ojos y nos avivamos de cuán enamorado está.
Nos arroja piedritas a la ventana en nuestras noches para ver si nos despertamos, nos levantamos y nos asomamos a su misterio de Amor.
Nos tira piedritas a la puerta de nuestras vidas, a ver si le abrimos de una buena vez y le dejamos entrar... "Estoy a la puerta y llamo" (Apocalipsis 3,20). "¡Abreme, hermana mía, mi amada, paloma mía, mi preciosa!" (Cantar 5,2).
Dios, enamorado, nos manda uno tras otro sus mensajes de amor. Pero no siempre le sabemos interpretar... a veces estamos muy dormidos, o demasiado distraídos o simplemente aun no aprendimos a descodificar su bello lenguaje: nos dice "te amo" en cosas tan pequeñas, cotidianas y sencillas como una piedrita.




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