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Pesebre invitado #50: De una sola pieza




Esta foto la tomé en diciembre de 2016 en el bautisterio de la Basílica de María Auxiliadora y parroquia San Carlos, de Buenos Aires.
Se trata de un pesebre hecho en un único bloque de madera tallado, una escultura bellísima, muy delicada, que nos acompañó en las misas diarias en el bautisterio durante parte del Adviento de 2016 y el tiempo de Navidad.
Ya había visto esta imagen una vez en la parroquia unos años atrás y, a primera vista, me atrapó su belleza. Recuerdo que un hermano de la parroquia comentó entonces, también admirando este pesebre: "Es una verdadera obra de arte. Ya no las hacen así... es de una sola pieza".
Y ese "de una sola pieza" resonó en mi corazón y me recordó automáticamente a la túnica de Jesús, que era "de una sola pieza". Nunca había reparado en el significado de la túnica de una sola pieza de Jesús y me dije en ese entonces que, si alguna vez tuviera la oportunidad de volver a ver este pesebre y sacarle una foto, escribiría sobre ello en este blog... ¡Y se dio!
La túnica "inconsturil" -sin costuras-, como la llaman, aparece mencionada en el relato de la Pasión y Muerte del Señor en el evangelio de san Juan:
"Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: «No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados" (Juan 19, 23-24).
La exégesis tradicional considera que la túnica inconsútil simboliza la unidad de la Iglesia, Iglesia que es el cuerpo místico de Cristo.
Según san Agustín, el reparto de las vestiduras en cuatro lotes figuraba la Iglesia extendida por las cuatro partes del mundo, mientras que la túnica es la figura de "la unidad de la cuatro partes por el vínculo de la caridad".
Para el "doctor de la gracia", la túnica era sin costuras "para que nunca se desuna" y, hecha de una única pieza, "tiende a la unidad porque a todos reúne en un centro".Los soldados dividieron en cuatro partes los vestidos, o sea la indumentaria "exterior" de Jesús, pero no la túnica, que era una especie de ropa interior, que se llevaba en contacto directo con el cuerpo.
Para el padre Raniero Cantalamessa, franciscano y predicador pontificio, esto es también un símbolo: "Los hombres podemos dividir a la Iglesia en su elemento humano y visible, pero no su unidad profunda que se identifica con el Espíritu Santo. La túnica de Cristo no fue ni jamás podrá ser dividida".
Otra característica de la túnica era, según el evangelio de san Juan, que estaba tejida de "arriba abajo". En esta particularidad leyó san Cipriano que la unidad que trae Cristo procede de lo Alto, del Padre, y, por tanto, es un don que se nos da, que debemos acoger y custodiar.
San Bernardo de Claraval, en su "Apología al abad Guillermo", señala que Jesús deja su túnica a su Esposa, la Iglesia, como "prenda de su herencia definitiva".
El "reformador del Císter" observa que esta túnica está tejida "de hilos muy distintos por su color", en alusión a la pluralidad de carismas diversos en la Iglesia, una "preciosa variedad" que "la hace inconfundible".
Esta túnica viene además "teñida de sangre, no de cabrito, que simboliza el pecado, sino de cordero, que representa la inocencia". Es la sangre del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
San Bernardo hace en medio de su escrito una oración: le pide al Padre que nos mire, como Iglesia, como Cuerpo de Cristo, y le pregunta si puede reconocer en nosotros la túnica de su Hijo predilecto.
"Reconoce, Padre todopoderoso, la túnica de tantos colores que tejiste para tu Cristo, haciendo a unos apóstoles. a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, con otras muchas riquezas que acumulaste en sus preciosos atavíos para perfección consumada de los santos, hasta llegar a la edad adulta, a la medida de madurez de la plenitud de Cristo. Dígnate también, Dios mío, reconocer la púrpura que salpicó su preciosísima sangre con la que fue empapada, y admira en esta púrpura la noble señal y la impronta más victoriosa de la obediencia".
Hoy, que celebramos la fiesta de Pentecostés, el inicio de la vida de la Iglesia bajo el impulso del Espíritu Santo, en buena parte del mundo también comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. ¡La Trinidad nos conceda el don de la unidad... para que el mundo crea!


"Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno –yo en ellos y tú en mí– para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste".
Juan 17, 21-23

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